Día uno.
Capítulo I, p. 11.
"Él -porque no cabía duda sobre su sexo. aunque la moda de la época contribuyera a disfrazarlo- estaba acometiendo la cabeza de un moro que pendía de vigas".
martes, 28 de febrero de 2012
Tiempo reconocido
Alguien pregunta la hora adentro de la sepulcral biblioteca.
Todos los lectores
escuchamos la respuesta del interlocutor:
-Son las once cuarenta y cinco, le dice.
Intercambiamos miradas de angustia ante el tiempo que se
des
va
ne
ce.
Buscando un consuelo que el presente no nos regala.
Dibujo de Louise Bourgeois |
jueves, 23 de febrero de 2012
CHOPIN AL ATARDECER
Inesperadamente
de su cuello empezaron a brotar cabezas, dos, tres hasta tener cuatro, el
hormigueo en su cuello se asimilaba al de la arena picante sobre la piel.
Desconcertado se fue al espejo y no vio más que aquellas medusinas moviéndose
sin ojos, retorciéndose como gusanos en sal.
¿Qué
haría? Se imaginaba los titulares vespertinos, Hombre joven se ve en la necesidad de degollarse, ¿taparlas?,
imposible, aquellos botones eran demasiado grandes para taparlos. Decidió
tranquilizarse ¿que pasaría cuando nacieran ojos?, ¿cuantos lados de la moneda
podría ver? ¡Que espanto! Dirían algunos.
Decidió
acabar con su martirio, cogió las tijeras más grandes y desesperado empezó a
pasarlas por las pequeñas nucas, pero era imposible, parecían hechas de
plástico, de un caucho indestructible, aparentemente era inmune al filo y al
dolor. Pensó en todas las cosas que se perdería de vivir o de conocer, su
opción como fenómeno sería trabajar en
aquellas ferias o circos ambulantes deprimentes y sin vida. Con las manos
empezó a golpear las cabezas, pero no existía salvación a su continuo
cosquilleo y al dolor que no aparecía.
Esperó
todo el día hasta el anochecer, salió de su casa con camino al hospital y al
salir, maldijo las puertas para hombres de una sola cabeza. Al llegar a la sala
de emergencias, la gente emprendió una campaña triunfal en correr por todas
direcciones y después de buscar por un largo momento encontró a un grupo de
médicos.
Horrorizados
por desconocer la razón de los brotes y no encontrar aquello como natural o que
algún libro hubiera registrado, se dieron por vencidos con sus juramentos
tirados a la basura. Sin nadie que lo ayudará regresó a casa antes del
amanecer.
Una
vez ahí, mareado y confundido decidió
dormir. Lo que era una tarea fácil y cotidiana fue una odisea de enojo,
lágrimas e incomodidad. ¿Dónde diablos acomodaría sus cuatro cabezas?
Desesperado, bajo a tocar el piano, melancólico y con su vida revuelta, logró
dormirse ahí sentado, solo, a la deriva.
Despertó
a mediodía y comenzó a ver cuatro cosas distintas: la parte trasera del salón
de música, las teclas, la partitura, las ventanas y el techo; sus otros ojos
habían nacido. Mientras personas en todo el mundo imploraba por un solo ojo, el
muy desafortunado —o
afortunado—
tenía ocho.
Sin
más fuerza de voluntad para continuar, llamó al director de la orquesta para
reportarse como enfermo, un cierto dolor de cabeza, que aclaró, no se iría con
una píldora.
De
pronto se le ocurrió la idea perfecta, horrorizar, salir a la calle con sus
cuatro cabezas y aterrar a todo el mundo, a final de cuentas, ¿cuál sería su
delito?
Sacó
su piano a la calle, se vistió con sus mejores galas y ahí, en medio del
camino, empezó a tocar como nunca, como si ese día fuera el ocaso de su
espíritu, lenta, rápida y apasionadamente. Pudo mantener sus ocho ojos cerrados
mientas sus dedos seguían la armonía de las partituras de memoria.
Al
finalizar, sus dedos dolían un poco y por un momento tuvo miedo de que al abrir
los ojos, estos se reprodujeran en cuarenta, pero no fue lo que ocurrió. Al
hacerlo pudo ver una multitud alrededor de él, algunos lloraban, unos estaban
conmovidos y otros espantados ante aquel personaje tan grotesco y hermoso al
mismo tiempo.
Sin
decir nada entró a la casa empujando su piano; la gente estaba muda, totalmente
anonadada ante aquel espectáculo, pero el hizo caso omiso mientras cerraba de
par en par las cortinas. Cada uno de sus ojos empezó a llorar.
Volvió
a dormir, soñó que todo acabaría a la mañana siguiente, que ya había pagado
algún tipo de sentencia previa o alguna maldición gitana de sus ancestros. Pero
el amanecer regresó con aquel día intransigente que no perdona ni exime a
nadie, siempre regresa.
Ya
no hay nada que perder, por eso cada día vuelve a tocar una melodía al
atardecer.
Publicado previamente en:
Revista Tlamatini. Volumen I, año seis, número 19 (Enero-agosto 2010) Facultad de Humanidades, UAEM, p. 19.
I Saw the Raven too.
I’ve just heard the raven sound again
Flying over the roof
Spreading its wings
Leaving a strange smell
Im my disorder mind
It’s midnight
And I left in the coffee table
The thoughts of the old student
who saw the same raven before
Now my head is confused
Trying to understand my solitude
And my backbone is resting
Over the old rocks
they put in my soul
Im scared
Because the cawing
Is getting into the deepest part of my bowels
And is taking away the remains
Of a tired existence
Wherever you are, here my spelling dark raven
Maybe I won’t see your ebony body again
But every time I hear the cawing
Of your ancient wisdom
I’ll know that the storm
Will come back to my secret dungeon
And this time I will left the butterflies come out
To finish with your eternal resonance
Pedro (May 09)
There are many artists who have been inspired by one of the most important poems of english literature: The Raven. Some of them are Gustave Doré or Dante Gabriel Rossetti, but this images were maid by painter Ryan Price, who made a terrific work that captures the Romanticism's feeling from Edgar Allan Poe's poem:
The Wipping Willow Memories
Without moving a centimeter away,
my eyes look at you again,
like they used to do it,
Remember those warm nights in the fall?
Your skin and your morfine lips
remind me a past obsession,
my heart is not willing to repeat.
I stare at you
I forgot you are not longer mine,
that your eyes and your soul,
belong somewhere else,
except to the sunflowers we took care of.
I am leaving you, alone, next to the wipping willow
Where you first kissed me,
I do not even know if you will emerge in my grey dreams again.
I just know, I miss you somehow
And the only catcher of my tears
will be that wipping tree
where you gave me the first kiss.
Pedro
April 09
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